Contaba con ello, la verdad, aunque quizás no de esta manera.
Mudarme me ha servido para crear esa imagen mental hasta entonces algo difusa de lo que tengo, lo que necesito, y lo que -para que engañarme- no. Meter mi mundo en dos maletas y varias cajas resultó ser un ejercicio psicológico más útil de lo esperado: una acaba comprendiendo los patrones que rigen sus gustos materiales y siendo consciente de por dónde es más fácil empezar a prescindir.
Querer con cabeza, esa es la idea para los meses que están por venir.