Qusiera antes de entrar en materia enviar un cordial saludo a la asociación de afectados por el selfie-stick, a quienes soportaron que el ébola y un tal Fran se unieran a sus grupos, y a todos los que no eligieron el autobús para llegar a Malasia como si no se supiera ya como acaban siempre estos asuntos en el Pacífico Sur.
Resulta que 2014, en resumidas cuentas, ha sido una verdadera movida. Se nos fueron de las manos muchas cosas. Muchísimas. Una cantidad ingente de cosas. De verdad, un montón. A pesar de todo, a una no le faltan razones para seguir confiando en la extraordinariedad del ser humano; ni tampoco por supuesto en su capacidad de superación -aunque la de algunos, ya que estamos, se vea únicamente de puertas
1/ Llamar "selfie" a la autofoto de toda la vida. Culpamos a Ellen Degeneres de la democratización del término y el viral, pero somos nosotros quienes hemos ido demasiado lejos con el cosmopaletismo en este tema. En algún momento habrá que pisar el freno,
2/ ¡Basta ya de tanta felicidad Pharrell!, ¡basta ya! Estuvo guay cantarla un par de veces, incluso bailarla durante 10 horas nos llegó a parecer buen plan; sin embargo, vaya, quién iba a imaginarlo, sobrepasar el límite provoca el efecto inverso y mirad, ojalá nos hubiésemos leido el prospecto antes de pagar.
3/ El buenrrollismo extremo de Mr. Wonderfull. Cuidado con este régimen de tipografías extreme cuquiness al que nos hemos visto sometidos. Hay tazas más sonrientes que sus dueñas. Paremos esta farsa hiperglucémica antes de que sea demasiado tarde si no lo es ya.
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4/ Compartir tus progresos como runner. Ahá, espera espera, ahora, cuéntame más.
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5/ La moda de las chanclas de piscina de tu padre en 1991. Esto no creo que requiera realmente explicación alguna, aunque si algo hemos aprendido este verano es que los 90 molaban, pero quizás no tanto, y que el arte del revival no siempre tiene cabida cuando se trata del público general.
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6/ Liarse con las redes sociales. Ojo con esto amigos. Si ni los crossovers ni los remakes salen bien en el cine, no esperéis que triunfen en vuestras apps. Cada cosa en su sitio, un sitio para cada cosa y las imágenes de Tumblr las dejáis por favor tranquilitas dónde están.
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7/ Olvidarse de la verdadera causa de las cadenas virales. Mogollón de gente tirándose agua puede ser una fantástica idea como colofón de las fiestas de tu pueblo, pero como postureo que a punto estuvo de sepultar una auténtica campaña creada con la mejor de las intenciones dejó bastante que desear pasadas las 72 horas y tu tercera nominación.
8/ Los test estúpidos de Alegra.me. ¿Cuántos te aman en secreto?, ¿en qué animal te reencarnarás?, ¿en qué película se basa tu vida?, ¿cómo de castellano-manchego eres?, ¿cuánto tiempo has perdido haciendo estas mierdas?, ¿cómo podías vivir sin conocer tan contrastada información? La verdad es que es un alivio saber que de ser una comida la acelga queda totalmente descartada del menú.
9/ Darle la palabra a Mariló Montero. La estupidez suele ir de la mano de una absoluta falta del sentido del ridículo y está ahí ahí con que la televisión pública sí que tenga regulada tu situación laboral; así que recordad, nunca, jamás, y bajo ningún concepto.
10/ Y por último, pero de hecho especialmente importante: opinar fuerte sobre política en las redes sociales sin entender mucho de política en la vida real. En una época en la que nuestro canon cultural se está viendo determinado por aquello que consigue el mayor número de clicks, nos acercamos peligrosamente a una parodia del conocimiento que es, en verdad, un nuevo modelo de ignorancia. Nunca fue tan fácil pretender saber tanto sin conocer realmente nada.
Dicho esto, ".. a ver si espabilamos los que estamos vivos y el año que viene nos reímos".
¡FELIZ 2015!