Aunque hay cosas que se han quedado en 1993, y no sólo hablo del romance entre Wynona Ryder y Johnny Depp ni de todos los botes de laca que gastaron en los rodajes de Sensación de Vivir; han vuelto los esmaltes blancos, las gafas de montura redonda y los vestidos babydoll (de flores) en tonos oscuros. Las Dc Martens llevan años a la orden del día y hemos vuelto a enseñar el ombligo y a llevar faldas elásticas de vuelo. Ha vuelto el sport noventero, los vaqueros estampados, las faldas pantalón y las zapatillas de plataforma. Han vuelto los petos en versión short, versión maxi y versión vestido (benditos petos). Nos peinamos cuidadosamente despeinadas, los labios vuelven a teñirse de tonos oscuros y nos colgamos manos de Fátima al cuello. El ‘catálogo’ de American Apparel lleva siendo noventero desde que existe, mezclamos estampados, llevamos gafas de espejo, nos volvemos a atrever a salir a la calle con cangrejeras de plástico en los pies y creo que ya hasta me apetece volver a coleccionar stickers con brillantina.
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Los diseñadores, y nosotras
mismas hemos vuelto a beber también de la fuente del grunge y todo lo que eso
conlleva, porque hablar de la moda de los noventa es hablar de música y es
hablar de cine y series, no nos olvidemos. Aunque yo sigo esperando por el épico
armario interactivo de Clueless y por una habitación tan guay como la de
Clarissa (explains it all), basta con echarle un vistazo a lo que Primark nos
tiene preparado para el invierno que viene, o darse un paseo por Asos para ser
consciente de que ni Kurt Cobain ha muerto del todo, ni Kelly Kapowski iba tan
descamina. Es más, ¿quién no ha querido ser Kelly Kapowski?
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(Post originalmente publicado en urbanandtrendy.com)
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